Como bien sabemos, el ataque a un ejecutivo dura solo unos instantes, pero la preparación para este ataque implica la observación y el seguimiento prolongado en contra de la víctima por parte de los delincuentes, proceso que, como pudimos ver, puede durar meses. La contravigilancia detecta y desactiva el ataque en esta temprana fase de observación sin exponer al protegido a los riesgos y a la incertidumbre que implica la reacción.
Si hubiera existido un sistema estructurado de contravigilancia en los casos mencionados, los especialistas en esta técnica hubieran detectado la presencia de los delincuentes y desactivado el ataque meses antes de ser ejecutado, evitando, así, pérdidas humanas. Estas técnicas los explicamos con ejemplos reales en el libro Protección Ejecutiva en el Siglo XXI, La Nueva Doctrina.
¿Qué más tiene que pasar para que dejemos las peligrosas fantasías de armas y reacción y traslademos el peso operativo en la protección ejecutiva hacía los métodos de contravigilancia y alerta temprana para así evitar la pérdida de vidas tanto de los protegidos como de sus protectores?