Hace varios meses escribí un artículo sobre la inexistente estructura de prevención en la protección ejecutiva, haciendo particular énfasis en la ausencia de la contravigilancia en las operaciones diarias, a lo que algunos colegas me comentaron que la medida de contravigilancia es un método conocido en México desde hace muchos años. Por supuesto, jamás dije que yo “inventé” la contravigilancia, ni que sea algo desconocido para los profesionales; pero, insisto, es un método casi totalmente fuera de uso en la gran mayoría de los grupos de seguridad que actualmente operan.
Los lamentables atentados ocurridos últimamente en la Ciudad de México me están dando la razón. En los ataques a la casa de Norberto Rivera en 2018, al Secretario de la Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, en 2020 y en el más reciente atentado en contra el empresario restaurantero Eduardo Beaven, en las inmediaciones del aeropuerto capitalino, las investigaciones posteriores han demostrado que las víctimas fueron objetos de vigilancia hostil por parte de los criminales meses antes de la agresión, sin que hayan sido detectados oportunamente.